LA FELICIDAD, EL ESTADO DE FLUJO Y LA PERSONALIDAD AUTOTÉLICA

El objeto de la Fundación Autotelia es promover el bienestar como un derecho de todos. Mihaly Csikszntmihalyi, reconocido catedrático de la Universidad de Chicago que inspira el nombre de nuestra organización, nos brinda algunos hallazgos interesantes sobre la felicidad. El primero es que la felicidad no es algo que sucede, no es resultado del azar, no depende de la buena suerte, de los bienes materiales, condiciones intelectuales, físicas, ni de los acontecimientos externos, ni se compra con dinero y poder: depende de la interpretación que hacemos de las cosas que nos suceden y del plan que cada persona diseña para cultivar y defender su modelo propio de felicidad.

En segundo lugar, la felicidad depende de cómo manejamos nuestra experiencia interna. Allí es donde el concepto de flujo juega un papel fundamental para explicar la felicidad: las personas felices se involucran en las actividades, oficios, profesiones y acciones que desarrollan con una motivación intrínseca, por la propia actividad en sí misma, más que por sus resultados económicos o reputacionales. Es una combinación perfecta entre acción y conciencia. Cuando se hace algo en sensación de flujo la mente no divaga, está concentrada, no es un sentimiento de control lo que determina la acción, sino un sentimiento de autocomunicación y gratificación profunda. Experimentan gran sentimiento de flujo las personas que realizan actividades como escalar, componer, bailar, navegar, jugar ajedrez, practicar deportes, actuar. La experiencia óptima las marca. Y aunque esto no implica que otras actividades u oficios no estén marcados por la sensación de flujo -pues se trata de fluir con la mente o el cuerpo-, estas personas requieren que su acción tenga un propósito para ellas.

En tercer lugar, en cuanto a la felicidad,  es necesario hacer una inversión constante para lograr que se desarrolle la energía psíquica como una forma de poder para asegurar la existencia ante las bofetadas anónimas que a todos nos da la vida en algún momento de nuestra existencia. De allí que el concepto propio de felicidad y la experiencia de flujo permitan sentar la bases para la personalidad autotélica, que no es otra cosa que una personalidad donde hay una energía que permite pasar a las personas de la impotencia, al sentimiento de control; esa sensación y concentración en las actividades donde fluimos da un poder de transformar las experiencias desagradables y negativas en actividades de flujo, aún en los contextos más desafiantes. De allí que las reglas para desarrollar una personalidad autotélica se derivan del modelo de flujo y  están dadas por lo  siguiente: definir metas relacionadas con un desafío; sentir que las actividades que se realizan permiten desarrollar nuestras habilidades y demandan aprendizajes; la capacidad de mantener el involucramiento por el compromiso de la meta que es superior a cualquier demanda del exterior y  aprender a disfrutar de la experiencia inmediata como fuente de regocijo, donde la disciplina juega un papel fundamental.

Es urgente educar a los niños en el sentimiento de flujo para que de adultos puedan experimentar un control de su vida interna y cultivar una personalidad autotélica que les haga felices desde lo que decidan hacer y en la forma en que lo quieran hacer. Para ello necesitan un contexto familiar y escolar donde se promuevan experiencias óptimas con las siguientes características: 1)  padres que hablen claro sobre lo que esperan de ellos y sobre su educación, sin discursos ambiguos; 2) padres que viven con ellos el presente, en sus sentimientos y experiencias concretas y no le presionan para metas hacia el futuro con ideas de retribución escolar profesional, económica o emocional; 3)  niños que tienen opciones para escoger qué estudiar, qué deporte practicar y se les educa para hacerlos conscientes de las consecuencias de quebrar las reglas o tomar decisiones de las que luego se pueden arrepentir: 4) espacio escolar y familiar con un clima de confianza y respeto para implicarse en lo que desea desde los primeros años de vida; 5) finalmente, generación de  actividades que sean un desafío que, junto a la dedicación de sus padres y docentes, ofrezcan oportunidades cada vez más complejas para la acción.

Que los niños tengan un propósito de vida es quizá una de las grandes metas que tiene la familia y la escuela para trabajar en niños y jóvenes; ayudarlos a desarrollar una visión clara de lo que quieren, dejando que exploren sus talentos, valores, dones, intereses y capacidades, recordando que, lo que hace que una persona sea feliz y ponga sus capacidades al servicio de su vida y de la sociedad, es la posibilidad de generarse a sí misma  armonía interior, permitiendo con ello desarrollar una personalidad con metas autónomas que definan y pongan esas metas el servicio de su concepto de felicidad, el cual en cada persona es único y personalísimo.

 

Fredery Calderon

Presidente Fundación Autotelia